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Para estar al día

    Contemplando el Belén

    “Francisco deseaba ver con los ojos del cuerpo al Niño de Belén” 

    (cfr. fuentes franciscanas 468) 


    Con tu luz celestial, Señor, 

    haz que estemos dispuestos,

    siempre y en todas partes, 

    para contemplar con mirada pura 

    y acoger con digno afecto

    el Misterio del que Tú has querido hacernos partícipes. 

    Por Cristo nuestro Señor. Amén. 


    Paz a todos vosotros desde Jerusalén, no como la ofrece el mundo sino como la da el Señor.

    Esta bellísima oración de los siglos V-VI, es la postcommunio de la fiesta de la Epifanía, en la que se narra la página evangélica de los Magos (Mt 2,1ss.) que llegan de tierras lejanas guiados por la Luz celeste y se encuentran contemplando al Mesías poderoso al que los poderosos no reconocen, y las Escrituras señalan: se espera el nacimiento del Mesías Rey, un niño. También nosotros estamos dentro de este ‘icono’ cada vez que nos acercamos a los sacramentos, a la eucaristía, a la adoración … Estamos una vez más interactuando alrededor del pesebre. Nosotros, hijos de Francisco de Asís, estamos celebrando en este tiempo de Navidad el 800 aniversario del belén de Greccio. ¡Es algo misterioso que el ‘poverello’ de Asís ha sabido representar de una manera sencilla y viva! ¡Es el misterio de la Encarnación que, aún hoy, en este momento histórico confuso, agitado y privado de paz, tiene el poder de llevar su Luz a la humanidad necesitada, incluso más allá de nuestra capacidad de corresponderle! ¡Esta conciencia reaviva la esperanza en nosotros!

    ¡Es precisamente este gran Misterio el que hace pequeños a los grandes, y grandes a los pequeños! Realiza las esperanzas, duplica las fuerzas, hace que la fe crezca en el amor concreto. Volviendo al pesebre,  y más allá de las posibles interpretaciones edulcoradas, deseo compartir con vosotros dos perspectivas. La primera: al contemplar el misterio de la Natividad y de la Epifanía logramos intuir y "ver concretamente" con los ojos del cuerpo, como deseaba san Francisco, las necesidades en las que se encontró viviendo el Señor cuando nació. El Niño de Belén necesitaba de todo, de protección, de ser llevado en brazos, calentado, alimentado, cambiado y amado. Lo intuimos: era totalmente dependiente de María Santísima y de san José. En la segunda perspectiva hay un significado teológic, revelador de nuestra condición humana: ¡el Hijo de Dios se hace pequeño para abrirnos y mostrarnos a los hijos el camino para volver a casa, ¡a su Reino! Como los pequeños, de los que el mismo Jesús habla en el Evangelio y de quienes es el Reino de los cielos, también nosotros estamos llamados a abandonarnos en Dios. Dependemos de Él, necesitamos su protección, su mirada, que nos llame por nuestro nombre, su amor, necesitamos de todo: ¡no podemos ocultar esta verdad que nos da identidad! El Señor todopoderoso, en su vida terrena, ha venido a mostrarnos a los hombres de la tierra cómo podemos volver a vivir de Él, con Él y por Él, como un niño que sonríe al rostro sonriente del Padre, una alegría sin fin.

    Estamos al comienzo del año nuevo: ¡dediquemos nuestro débil tiempo al Eterno! ¡Oremos más y deseemos verdaderamente que nuestro tiempo-vida sea del Señor; solo Él puede otorgarnos esa pertenencia que da luz y esperanza ¡incluso donde hay oscuridad y sufrimiento! ¡Recemos a la Reina de la Paz, María Santísima, para que interceda por nosotros!

    Feliz Año Nuevo, en el Señor.


    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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