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    “Entrar-Salir” en Él

    Queridos amigos de la Hora Santa, ¡la paz sea con vosotros! 

    En estos días me he sentido atraído por esta imagen que el Señor nos ha dado hablando de sí mismo: Él es el “Pastor bueno” y tiene una relación particular con las ovejas, a las que llama a cada una por su nombre (!).¡Es muy conocido por el guardián del redil y las ovejas le reconocen a Él, ¡reconocen su voz! Una imagen estupenda, profunda y filial... Poco después, ante la incomprensión de sus oyentes, dirá: "Yo soy la puerta de las ovejas (Jn 10,7); si uno entra por mí, se salvará, entrará y saldrá, y encontrará pasto" (Jn 10,9). Junto con vosotros me pregunto: "¿Qué significa entrar y salir por esta "Puerta"?
    Si Él se "revela" como "La Puerta", significa que nos permite entrar y salir y encontrar comida, ¡y al final ser salvados! Nosotros sin Él no podemos "salir" de la condición de pecado en la que nos encontramos, sin que Él abra la Puerta del Reino permanecemos inevitablemente cerrados, fuera, solos… ¡perdidos! De hecho el salmo 49 describe bien que la existencia del hombre sin Dios está a merced de un "pastor inicuo" que lo conduce sólo a la muerte: (como ovejas son llevados al seol, los pastorea la muerte, salmo 49 (48) v. 15).
    Todo esto ilumina el lugar santo en el que estamos y da profundidad al "Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6) que están en Él, Pastor bueno. En la Tradición cristiana el atributo "bueno" siempre ha sido referido a Aquel que ofreció la vida (Jn 10,11) desde su Encarnación hasta ser el Cordero inmolado en la Cruz (Redención). Contemplemos esta fuerza del amor, amemos fuertemente al Amor. Permanezcamos en Él, "recorramos adelante y atrás" su camino, su modo de amar, del modo en el que seamos capaces… reparemos “el Amor no amado”, diría san Francisco de Asís. Que la nuestra sea una oración y petición incesante del don del Espíritu Santo, para que nos ayude a gustar el misterio de amor que nos ha unido a Él con su sello: la Sangre del Hombre-Dios (Ct 8,6-7).

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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