P.O.B. 186 9100101, Gerusalemme (Israele)

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Para estar al día

    Nosotros, humanos partícipes del Amor divino

    ¡Queridos amigos de Getsemaní, el Señor os conceda su Paz!

    En este deseo habitual que os hacemos, nosotros mismos deseamos la paz y la pedimos al Señor insistentemente, incluso cuando 'vientos contrarios' parecen querer insinuar con mayor fuerza la prevaricación del mal sobre el bien. ¡El hombre de hoy, en el relativismo dictado por la modernidad, parece cada vez más una veleta al viento! Por eso debemos unirnos y pedir al Señor este don suyo: la paz. Los instrumentos los sabemos: cada uno de nosotros tiene un gran poder, la posibilidad de amar y ofrecerse uno mismo como sacrificio vivo agradable a Dios (Rm 12,1). La oración, el ayuno y la ofrenda de nuestras pequeñas/grandes renuncias ocultas, son conocidas por Dios y, de este modo, somos solidarios con quien espera justicia y paz. No solo esta oración será como un 'bálsamo' para los más necesitados, sino que nos ayuda a amar cada vez más y así hacemos presente el Reino de Dios, el Señor. Precisamente es el Evangelio mismo el que nos cuenta, de mil maneras, cómo el Señor está presente, ¡está entre nosotros! Esto queremos pedirle al Señor en nuestra oración: ¡que su amor pueda ser conocido por todos los hombres! Esto deseamos pedir e implorar al Señor. Tal misterio, tenemos el don de poderlo contemplar en la adoración al Santísimo.

    Desde esta Roca, que ha "escuchado" la súplica y la oración del Hijo al Padre, nosotros podemos, estando con Él, participar en este gran misterio de amor, la relación entre el ser 'infinito', Dios Padre, y su Hijo, 'finito' entre nosotros, sus hijos. Este es un gran misterio. ¡Contemplemos, disfrutemos esta Presencia en el Santísimo Sacramento! En nuestra oración, a través del Espíritu Santo, podemos sentir que hay una relación esponsal 'abierta' entre Dios, que es pura luz increada, y todos sus hijos, sus criaturas... Porque Jesucristo, Nuestro Señor, el Verbo del Padre, al encarnarse, se puso del lado de la creación y, al mismo tiempo, por su sola gracia, nos lleva al seno del Padre, hacia el cielo, ¡haciéndonos divinos! ¡Esta es la fuerza del amor de Dios hecho carne, que tiene el poder de coger siempre a las personas que están lejos y desde esa lejanía reconducirlas a la Casa del Padre! Es el anhelo escondido de nuestra alma, la fascinación del Cielo que está en ese rostro que el Cielo encierra: ¡Jesucristo! Recemos, agradezcamos, intercedamos... ¡Que así sea!

    Que el Señor os bendiga

    ¡En la única oración del Señor!

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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