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    EL ÚNICO MEDIADOR

    En este tiempo pascual, queridos amigos del jardín santo, el Señor nos invita a gustar cada vez más en profundidad el misterio de la Redención. En estos domingos, hemos escuchado cómo Jesús de Nazaret, el Crucificado, es el Cristo glorioso, el Redentor sentado en el trono de Dios Padre (Heb 12,2). Es la Carta a los Hebreos en este tiempo la que nos habla, con una belleza monumental y, sin citar explícitamente el Evangelio, ¡pone en el centro a Jesucristo de un modo único y real!

    Los evangelistas nos han contado cómo el Resucitado se apareció a los once en el Cenáculo, manteniendo las señales del Crucificado. ¡Esto es maravilloso! Se nos aparece como Dios glorioso, en su verdadero cuerpo, con las heridas de los clavos y de la lanza que lo distinguen: ¡signos de su amor por la humanidad! En efecto, es el Mediador: por una parte está con el Padre, y es verdadero Dios, pero con todo el bagaje que caracteriza nuestra humanidad, por la otra está entre nosotros como verdadero hombre, con todo lo que lo caracteriza en su divinidad. Es sorprendente que en ambos casos sea el mismo Hijo de Dios marcado y conocido como el Crucificado: intercede ante el Padre en favor de la humanidad, y revela a la humanidad el rostro del Padre. ¡Sublime!

    Ahora, volviendo a nuestra pequeña cita de la Hora Santa, el Padre, en su divina Providencia, en el don del Hijo en el Stmo. Sacramento, previó que nosotros tuviéramos la posibilidad de hablar de nuevo al Verbo Encarnado, y poder adorar y amar al Dios Trino y Uno. Vivamos este diálogo con sencillez y pasión, permanezcamos a la escucha de su amor, Él, que nos escuchó primero y amó nuestra humanidad una vez para siempre (Hb 9,11- 12). Que esta divina liturgia sea oración que se eleva ante el trono del Altísimo, a través del único Mediador, que muestra para siempre al Padre los signos del amor a la humanidad. Que sea oración que implore la paz para todo el mundo.

    Buena oración

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado GETSEMANÍ. Es un lugar único en el mundo: el lugar donde el Señor manifiesta su Sí para siempre con su disponibilidad para entrar donde jamás ha entrado nadie, el lugar donde se hunde en la oscuridad, en su última batalla contra la muerte, por la que la Humanidad siempre ha resultado vencida.

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