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    EL DESEO DE DIOS:
    ESTAR CON NOSOTROS

    EL DESEO DE DIOS: ESTAR CON NOSOTROS                                                                                                                                         

    ¡Paz a vosotros desde el jardín amado por el Señor!

    Acabamos de comenzar el nuevo año litúrgico con el primer domingo de Adviento. Es un tiempo fuerte en el que la Iglesia prefiere el misterio de Dios que se hace pequeño. Todos nuestros rostros están vueltos a Belén, la ciudad del pan (significado literal), donde el innominable es el gran Dios que se hace accesible a todos y se convierte en pan bueno para nosotros. Es maravilloso y al mismo tiempo fascinante percibir cómo el infinito Dios, el Rey del universo, el Creador del cielo y de la tierra, se ha inclinado sobre nuestra humanidad, haciéndose uno de nosotros: es el misterio de la Encarnación. El inmenso se hace pequeño, el inaccesible se da a conocer, el innominable se deja llamar por un Nombre, el inalcanzable se deja tomar en brazos, es nuestro Dios infinito que con absoluta claridad se limita voluntariamente a nuestra condición humana porque desea que nosotros podamos volver a Él, ¡al paraíso!

    Todo esto recuerda esa profecía de Isaías que escucharemos en la noche de Navidad: “El pueblo que caminaba en la oscuridad vio una gran luz” (Is 9,1). En este versículo se habla de una condición "oscura" en la que vive la humanidad y que luego, sin embargo, se encuentra visitada ¡por una gran luz! Aquí está para nosotros, esta gran luz no es abstracta sino que tiene rasgos muy precisos: el rostro tierno del Hijo de Dios. Con San José y con María Santísima, contemplemos la maravilla de este misterio.

    Hagamos nuestra la oración de San Francisco que en la Carta a toda la Orden afirma: “¡Oh admirable celsitud y asombrosa condescendencia! ¡Oh humildad sublime! ¡Oh sublimidad humilde, pues el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, de tal manera se humilla, que por nuestra salvación se esconde bajo una pequeña forma de pan! Ved, hermanos, la humildad de Dios, y derramad ante Él vuestros corazones; humillaos también vosotros para que seáis ensalzados por Él. Por consiguiente, nada de vosotros retengáis para vosotros, a fin de que os reciba todo enteros el que se os ofrece todo entero” (Carta a toda la Orden, FF: 221, 26-29).

    La Reina de la Paz nos ayude a acoger y contemplar este misterio en adoración ante el Santísimo Sacramento; démosle gracias a Él por tanta benevolencia hacia nosotros. Intercedamos por nuestra humanidad, necesitada del verdadero Dios.

    Feliz Adviento y buena espera.
    Sed bendecidos, desde el Jardín del Señor.

    Hora Sancta

    Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado Getsemaní

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