Estos días me estoy preguntando cómo vivió Jesús esa soledad que este jardín custodia misteriosamente. De hecho, para nosotros que vivimos aquí, y para cada alma que se une espiritualmente al Señor, a través de la oración de la Hora Santa, percibimos su llamamiento con fuerza e insistencia: "¡Quedaos aquí conmigo!". Lo que el Señor vive aquí es una soledad llena de misterio, porque si por un lado Jesús es el Hijo de Dios, y realmente lo es, por otro su petición demuestra toda su humanidad: se presenta como un “Mendigo de amor”, necesitado de nuestra cercanía.
Me toca y me consuela, no con palabras, sino en la percepción íntima del alma, cómo se reza cuando se está en la prueba marcada por el sufrimiento; desde un punto de vista humano por la muerte inminente, desde el punto de vista teológico, por el peso del pecado del mundo. Sólo el Salvador puede hacer esto. Paradójicamente es como si, a través de su estar dentro de este dolor desgarrador, nos dice que no tengamos miedo de 'estar dentro'incluso en las situaciones más difíciles, como el sufrimiento y el desapego de la muerte, haciéndonos descubrir que este acontecimiento tan terrible está habitado y redimido por Él, ¡Jesucristo!
Solo el Señor es capaz de hacer fecundo el dolor y la soledad, una llamada de cercanía que está ahora más viva más que nunca: permanezcamos a su lado para poder estar en las situaciones de hoy que necesitan al único Salvador, incluso sin saberlo. Que María, Reina de la Paz, interceda por nosotros y por toda la humanidad.
Sentíos recordados desde este Santo Lugar. Unidos en la oración En la única ofrenda.
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado Getsemaní