En estos días asistimos a mítines políticos y manifestaciones laicas y religiosas, en las que se protesta por la injusticia y se invoca la paz. Nos damos cuenta de que frente a tantas palabras la única que queda es la Palabra del Señor, capaz de mantener su promesa de pertenencia incluso más allá de la condición en la que nos encontramos. Quedan las personas que no se rinden a ser paz para los vecinos. Esto es poderoso. La situación es grave y cada vez más parece entrar en un vórtice de violencia. Desde un punto de vista humano podemos decir que lo cierto es que ¡estamos en la incertidumbre! Pero no podemos detenernos en esta constatación. Debemos volver a Dios y su Evangelio. Desde el punto de vista de la fe, una de las páginas en las que nos encontramos es la crucifixión del Señor: ¡parece que estamos a los pies de la Cruz! ¡Cuánta sangre inocente! No hay nada nuevo bajo el sol, y la historia no parece ejercer su magisterio de vida. En el libro del Apocalipsis se escucha un grito: "¿Hasta cuándo, Soberano, tú que eres santo y verdadero, no harás justicia ni vengarás nuestra sangre sobre los habitantes de la tierra? Entonces se les dio a cada uno de ellos una túnica blanca, y se les dijo que tuvieran un poco más de paciencia..." (Ap 6,10-11).
Orar y esperar, sabiendo que es el acto más poderoso que podemos hacer ahora. Para quien ha estado AQUÍ en Tierra Santa, sabe que el Calvario se encuentra exactamente a 40 metros de distancia de la Tumba vacía, lugar de la Resurrección del Señor. Cuando nosotros celebramos el gran y único Sacrificio de Cristo en el Calvario, la santa Misa, a veces sucede que oímos cantar el Aleluya solemne que viene del lugar de la Resurrección. Así es para nosotros en este momento histórico, estamos bajo la Cruz, necesitamos que haya alguien que cante el Aleluya pascual por nosotros! Esto nos da esperanza, porque nos ayuda a percibir la temporalidad del sufrimiento, comparable al dolor del parto. El mal, la muerte, no son la última palabra. A la luz de la Pascua Dios es capaz de extraer del mal un bien mayor.
Junto con María Santísima Reina de la Paz, y nuestro querido padre San Francisco, hombre rico en humanidad y reconciliación, no dejamos de interceder ante Dios por quien se encuentra realmente bajo la Cruz, oramos por la salvación del mundo entero.
Recemos sin cansarnos
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado Getsemaní