
“EL SEÑOR JUZGA CON JUSTICIA” (cfr. Ap 19,11)
Paz a vosotros desde el jardín de la gran consolación del Señor.
En la última 'cita espiritual' que hemos vivido ante el "Rey de reyes" (Ap 19,16), nos habíamos propuesto ser nosotros mismos oración viva al Dios vivo (cf. Rom 12,1) como los pequeños Abraham que interceden por esta humanidad confusa (cf. Gn 18,24ss).
Frente a vanas reuniones humanas en las que el hombre proyecta remedios movidos por intereses personales y fallidos, reunámonos espiritualmente y vayamos a los pies del "Caudillo que monta el caballo blanco, el Fiel y Veraz, aquel que con justicia juzga, vamos a Él con gran confianza, es el Verbo de Dios y conoce nuestra humanidad, su manto está empapado en sangre" (cf. Ap 19,11-13). Es Él quien tiene en sus manos los destinos de la historia, en Él, por tanto, podemos, como hijos que somos, confiar ciegamente, entregar toda esperanza y dejar que sea la mano del Resucitado la que "seque toda lágrima" (cf. Ap 7,17). A menudo las pruebas y el sufrimiento que vivimos y que los medios de comunicación nos cuentan, nublan nuestra alma y la vista de nuestro camino hacia la "puerta estrecha" (Mt 7,13). El Lugar santo en el que nos encontramos es el Jardín que paradójicamente 'cuenta' esta cercanía y gran consuelo: el Señor, con su Presencia es la Luz en la noche, ha llegado la "estrella de la mañana" (Ap 22,16). Ya lo hemos afirmado, el Getsemaní es el punto geográfico teológico y antropológico más profundo del Evangelio. Aquí cada hombre ¡se reencuentra sorprendentemente encontrado! El Hijo de Dios lucha, desciende a la herida de la humanidad, para que el hombre pueda levantar su rostro hacia Dios y, una vez rendido, dejar que se le dé el nombre nuevo (cfr. Gn 32,24; Ap 3,12). También nosotros estamos llamados, hoy, a levantar la mirada hacia Él, como María Santísima, ¡estamos invitados a hacerlo también por quien ya no tiene la fuerza de hacerlo! Debemos sentirnos miembros de un único Cuerpo, que es la asamblea, ¡la Iglesia! Nuestras ansiedades solo cesarán cuando nosotros, criaturas finitas, nos fundamos con el Infinito. Entonces habrá terminado la lucha, el miedo de estar perdidos y solos, cesará la pena de nuestra miserable condición. Hablemos al Señor con la confianza de los niños, contemos nuestras angustias a aquel que conoce la angustia más profunda! "... en la angustia rezaba más intensamente" (Lc 22,44). El Buen Pastor no teme nuestros delirios porque sabe lo que son y por qué están ahí. A Él le importa tenernos con Él, mantenernos cerca, para impedir que nos alejemos de Él. Incluso cuando nosotros no lo reconocemos, porque la prueba nos lo vela, Él nos tiene apretados entre sus brazos igual que el Padre misericordioso (Lc 15, 20).
Es el Jesús de Getsemaní. ¿Quién como Él no comprende toda angustia sino aquel que ha entrado una vez para siempre en la humanidad? Oremos sin cansarnos, pidamos la intercesión de María Santísima, Reina de la Paz, para que cese toda guerra, eterna e interior.
Buena oración
Sed bendecidos