El camino vivo que el Señor nos está dando al escuchar su Palabra y, ahora, durante unos días, la espera de su Adviento, me ha llevado muchas veces a considerar este Lugar Santo. Pero debo decir que emerge fuertemente el misterio del modo de ser y de actuar de Dios, en contraste con el nuestro. Me gustaría prestar atención a ese momento fugaz que precede al arresto del Señor, la reacción de sus discípulos y las palabras fundamentales que el Señor revela. En aquella noche de Pascua, noche iluminada por la luna llena, el Evangelio narra cómo se aproximaba una turba de gente, soldados y guardias, enviados por los sumos sacerdotes y los ancianos... entre ellos está Judas, que lo besa y, a través de ese signo de amor contaminado por el mal, lo libera. Hay una gran tensión, la situación está tomando un giro inesperado... los discípulos están atrapados, sienten pánico, desconcierto y temor, por el Maestro y por ellos: "Y he aquí que uno de los que estaban con Jesús, se llevó la mano a la espada, la sacó y golpeó al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja" (Mt 26, 51). Jesús con gran fuerza frena la agresividad y el mal que se están desencadenando: "Vuelve a meter la espada en la vaina, porque todos los que ponen sus manos en la espada perecerán por la espada. ¿Crees que no puedo rezarle a mi Padre, quien inmediatamente me daría más de doce legiones de ángeles? Pero, entonces, ¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?" (Mt 26: 51-54). Esta pregunta de Jesús me afecta mucho: "cómo se cumplirían las Escrituras". Todavía la percibo como una pregunta abierta que nos reúne a todos y nos lleva, con una especial mansedumbre, a confrontarnos con nuestra historia, que aún espera ser fecundada por la humilde presencia del Señor (Navidad), y nos invita a vivir el mismo modo de amor que él, el Señor, manifestó en su Pasión, Muerte y Resurrección. Os pido que oréis con nosotros sobre esta Palabra suya: "Pero, ¿cómo se cumplirían entonces las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así?" Sintámosla dirigida a nosotros, su don y su consuelo, especialmente en situaciones oscuras y violentas, o en circunstancias inimaginables, para poder detener el mal a su imagen y con su ayuda. Referencias útiles para la oración: Jn 4, 33-34; 5, 36; 9, 4
Hora Sancta
Somos los hijos de Francisco, custodiamos por voluntad de Dios uno de los lugares más queridos por Jesús: el jardín llamado Getsemaní